No sé a ti, pero a mí los viajes a lugares lejanos me acercan a casa. Cuando mi trabajo me lleva por países tan distintos al nuestro pienso en lo que decía Leguineche “se nace solo, se muero solo y yo siempre he sido un solitario”. La distancia con las costumbres y las facciones de los que te rodean hacen más patente eso que olvidamos a menudo, que somos seres solos.
Y esto me viene a la cabeza porque mientras paseaba esta mañana por los jardines de la bahía con sus árboles metálicos me acordaba de lo que me dijo la mama ayer, que el papa se está yendo. Que su mente lo está encerrando y aislando del mundo. Papá, no te preocupes, estamos aquí a la salida. La mamá y mis hermanos están ahí todo el rato. No tengas miedo, cuando salgas nos verás a todos.
Papa, te quería contar que estuve en Corea, que está a tomar por saco en avión, y mientras caminaba por la calle vi un puesto de castañas asadas. Y me acorde de cuando íbamos en octubre contigo y el abuelo a recoger castañas en el bosque de Bacaicoa; y más recientemente cuando Ana Belén me cuenta que vas con ella, y tu nieto. Que había que llevar un palo de avellano recto para sacar las castañas de la capsula con pinchos con una maniobra certera y seca. Porque si lo querías hacer con las manos… pintaba mal el día. Como siempre lo mejor eran los bocadillos y la vuelta. En casa la tía Ana Mari siempre tenía uno de esos bizcochos hechos con yogur y aceite de oliva que estaban de rechupete.
En otro orden de cosas, no sé qué lees ahora, pero yo he comenzado los episodios nacionales de Pérez Galdós. La verdad es que son grandes libros, desentrañan nuestra idiosincrasia con gran detalle, se puede decir que seguimos siendo los mismos en muchos aspectos, no los mejores.
Estuvimos todos juntos en Toledo el mes pasado, y el fin de semana fue fantástico. Cocinamos, comimos, bebimos, nos peleamos un poquillo, la sangre no llego al rio, y recordamos que somos una familia que se va moviendo por los escalones del tiempo. Ana Belén, que es la que manda, sugirió que Judith y yo hiciéramos un discurso con motivo de la reunión. La verdad es que lo había escrito… pero no dije nada de lo que había pensado y acabe haciendo pucheros. Por no hurtar a nadie mi falta de talento, solo compensada con el decoro de la inocencia, ahí va:
La versión resumida es esta: ¡gracias por todo!
Versión larga (los que tengan prisa no tiene que leerla). Este es un relato de lo que me acuerdo, algunas cosas no se ajustaran a la realidad, pero no por ello son mentira sino simples licencias de la memoria.
La historia del papa y la mama no la sabemos, siempre han sido discretos, pero si recordamos lo que paso cuando aparecimos. Nuestros primeros recuerdos son de la casa de Lezaun, donde el papa fue medico hasta el 1975. Ana Belén es de Lezaun, porque allí la bautizaron!
Era una casa imponente en medio de la plaza del pueblo, que era algo endeble e informe en cuanto a plazas de pueblo. Tenía dos pisos y en realidad era un anacronismo visual y de volumen (Diego jamás la hubiera diseñado así). Tenía un porche, y por la tarde cuando algún rebano de ovejas o cabras volvía al pueblo solían con frecuencia refugiarse de la lluvia en este porche. De tarde en tarde, si la puerta estaba abierta, se metían dentro y subían hasta el primer piso, dejando huellas de sus restos digestivos. ¡Que decir de los arrebatos de alegría de la mama en aquellas circunstancias!
El piso era cuadrado, con las tres habitaciones dando a la plaza, con un balcón corrido. ¡Era frio, Lezaun era frio! La cocina y el acceso a la terraza lateral estaba en la parte de atrás. En el piso de abajo es donde el papa pasaba visita. Detrás de la consulta había un cuarto donde estaban las leñas. La sala de espera era amplia con unas columnas cilíndricas en las que nos apoyábamos cuando aprendimos a andar en bici y nos habían quitado una de las ruedas de apoyo.
En esto llego el 75, y nos fuimos a Abarzuza. Pasaron muchas cosas, llego Diego y Franco se murió (en este orden, se lo tenemos que decir a Sánchez). Empezamos a ir al colegio Mater Dei en Estella. Hacíamos el trayecto con “los de Azcona” y con los “Lizárraga” de Arizala, todos juntos en un coche. Escuchábamos “España a las 8” en radio Nacional, con Manuel Antonio Rico, y desde muy pequeños llegamos a nuestra oficina (la clase) con “el periódico leído”. Eran tiempos en los que el lunes no había periódico, solo “la hoja del lunes” que básicamente era un pequeño panfleto que resumía el futbol del domingo. Por las tardes la mama, y excepcionalmente el abuelo Martin, nos venían a buscar al colegio, pues empezamos actividades extraescolares bien pronto. ¡Había que aprender música e inglés, sin duda!
Arias Navarro lloro en televisión, la democracia llego, ETA mato como solo matan las malas personas, por la espalda. Nuestros fines de semana se dividían entre ver a unos abuelos (en el valle de yerri) o a los otros (en la barranca). Cuando íbamos a Bacaicoa los sábados, pasábamos la tarde en la granja, cogiendo huevos y luego a ver a los abuelos. La tía Ana Mari casi siempre tenía ese bizcocho que sabía a gloria. Las discusiones eran acaloradas.
La casa del Médico en Abárzuza era rectangular, con las tres habitaciones mirando al Norte, y la cocina y dos cuartos de estar (el de todos los días y el de domingos y fiestas de guardar) al sur. ¡Teníamos garaje y jardín!
En el 78 llego la televisión en color a casa, un mamotreto que se dispuso en el cuarto de estar elegante. ¡En realidad, el quid de la cuestión era que venía el mundial de Argentina! Eran los tiempos de Arconada, Asensi, Rexach, Quini, Juanito, Santillana etc. No hicimos nada decente, pero ya teníamos tele en color.
En el 80 llego Judith, el día que nació la visitamos en el hospital de la Cruz Roja, estaba en su cuna de cristal, con una pequeña mancha en la mano, el papa nos explicó que era un hamartoma, un crecimiento benigno de vasos que desaparecería con el tiempo ( el papá era muy exacto en esas cosas). Ese día por la tarde fuimos a ver el Celta-Osasuna, ganamos 1-0 y ese año subimos a primera. En esa época los domingos, día de misa, nos turnábamos en cuidarla mientras el resto de la familia iba a los oficios. Era perfecto porque además de no ir a misa se podía ver la televisión sin que nadie molestara. Aunque solo había “Gente Joven” a esas horas … como Operación Triunfo, pero sin bobadas. De hecho Mecano hizo alli su pressentación en television!
Con el andar del tiempo, seguimos la rutina de ir al cole y tomar clases de música e inglés por las tardes. El inglés lo empezamos a aprender con la esposa de un pediatra del hospital de Estella, ambos eran de Hong-Kong así que el acervo popular la bautizo como “la china”. Luego llego el 23-F, fue una tarde cuando salíamos de clase de música (con el profesor Arbeloa) que el papa nos recogió a Ana Belén y a mí; y camino a casa oímos las noticias.
En el 82 llego el PSOE al poder, Naranjito y el mundial. Para nosotros hubo un gran cambio. ¡Nos fuimos a Pamplona! El huerto, El Redin, el papa nos visitaba los miércoles por la tarde a la cena. Cada viernes volvíamos al pueblo a pasar el fin de semana. Ese año dejamos “la casa del médico” y nos fuimos al “chalé”. La casa nos parecía un sueño, y pertenecía a unos empresarios que huyeron a Méjico del terror del impuesto revolucionario de ETA. Como la casa llevaba 2 años sin ser habitada la piscina estaba de un verde profundo que daba miedo. ¡La primera limpieza fue un trabajo hercúleo de toda la familia, aquello nos pareció un “tour de forcé” … pero ya teníamos piscina! La mama estaba muy aprensiva, porque Judith tenía 2 años y todavía estaba reciente en la memoria del valle una tragedia de piscina en Villanueva de Yeri.
En pamplona, Diego y Ana Belén superaron con relativa facilidad los desafíos de un colegio enorme en el que se hablaba en francés la mitad del tiempo. ¡Yo siempre respire aliviado de no haber sido admitido en aquel colegio! Diego tuvo sus “aquí estoy yo” con algún profesor, porque Diego siempre ha sido muy “aquí estoy yo” bajo esa apariencia de hombre tranquilo y afable.
Con Ana Belén fuimos creciendo todos un poco, Ella siempre experimentaba sus desafíos como una tragedia griega que obviamente el resto de la familia compartía. Cuando algo le pasaba, era como si eso ocurriera en el mundo por primera vez, lo cual es cierto porque, aunque a todos nos pasan cosas similares todo es nuevo y una primera vez en nuestra vida. Por fin Judith empezó a ir al colegio y solíamos ir a recogerla a mediodía. Eso de buscar a nuestra hermana pequeña a los mayores nos gustaba.
La vida siguió pasando, llegamos al COU, la selectividad y la aplicación para ir a la universidad. Cuando Diego llego a la escuela de arquitectura se pegó el primer año algo cabizbajo y preocupado. Recuerdo un día de junio a mediodia, el estaba apoyado en la mesa con la cabeza sobre su brazo como en una huida de la realidad presente. Ese año dibujo sus pies en uno de los requerimientos de la asignatura más dura de primero de arquitectura, a mí me pareció una obra de arte, pero yo nunca he sido tocado por esos ni otros talentos.
Poco a poco fuimos relajando la regla de ir todos los fines de semana al pueblo, y empezamos a quedarnos en Pamplona. Sin embargo, los veranos y navidades se pasaban siempre allí.
En estas llegamos a otras efemérides. Ana Belén se licencio y empezó a volar. Ya había empezado antes, el último año de carrera lo paso en Francia.
Su aplicación al máster del universo fue también un asunto familiar, porque había que producir aquellos ensayos en los que uno se tenía que describir a sí mismo, sus defectos que no eran defectos etc., esa danza de las aplicaciones a estudios superiores. Fue la primera vez que vimos un ordenador portátil, que costaba 150,000 pesetas de aquella época y daba un barniz de modernidad impresionante. Empezó su elegante posgrado durmiendo en el albergue Pere Tarres en la calle Numancia, porque no pudo encontrar piso antes de ir.
Yo en aquella época empecé a trabajar en Barcelona también, y gracias a Dios por mi hermana y sus tortillas de patata. Era bueno tener de vez en cuando una tortilla y conversación con alguien de la familia. Mientras los mayores empezábamos a navegar, los pequeños seguían avanzando sus estudios en la universidad. Los papas se relajaron y eso era lago que notábamos los mayores al volver a casa. En estas Diego se licenció y empezó a trabajar en el estudio de un profesor de la universidad. Judith seguía con sus cursos de económicas que no le apetecían nada… hasta que se aburrió, vio que si no apencaba se iba a eternizar allí y decidió estudiar y salir. Para sorpresa de todos se fue a trabajar a una tienda de ropa, ella tenía ya sus ideas de lo que quería hacer con su vida profesional. Ana Belén acaba el máster y obtuvo un puesto que la hizo viajar por el mundo. ¡Al resto esto nos parecía super cool!
¡Y hasta aquí! A partir de entonces todo son historias personales que no me corresponde contar. Tenemos una nueva generación que viene. Esperemos darles tanto cariño como el que nos dieron. Seguro que a veces nos equivocaremos, pero lo estamos haciendo lo mejor que podemos. ¡Vosotros escribiréis el siguiente capítulo, suerte!
Un beso a la mama y al papa de Ana Belén, Diego, Judith y mío