Sin título

Hoy quiero escribir sin tema, no tengo nada de qué hablar, no tengo una historia magnífica, ni entrañable, para reír o llorar. Es como cuando toco tus pies con los míos en la cama, solo quiero eso, tocarte, sentirte un poco, que estás ahí. Pero lo quiero hacer con palabras.

Las ideas se revuelven en mi cabeza, pienso en lo que soy, en lo que podía haber sido, y donde tomé la decisión que me convirtió en éste, en el que soy y no en aquél que pude ser, hay más de uno que pude ser? Pienso si soy el que quiero, el que me digo que soy, el que me dicen que soy, o quizá una mezcla. Pienso si el alcohol me hace ver claro o si lo que llamo vida es una bruma inacabable.

Y nada es turbio ni triste, la vida es desorden, entropía in crescendo, nada más. Recuerdo el desorden de mis estudios de música, ¿por qué nos empeñamos los padres en delinear caminos para nuestros hijos? Todos los caminos diseñados por otros son intransitables, así como el electrón dibuja una órbita distinta cada vez, nosotros caminamos una senda única. La vida es ese camino mágico que Indiana Jones descubre no con sus ojos sino con sus pasos, son pasos ciegos a la vista, pero dados con fe, así es nuestro camino, desconocido pero seguro en nuestro andar. Y cuando volvemos la vista atrás podemos mirar y no ver todos aquellos otros caminos que no fueron nuestros, no se ven porque no existen, no son.

Pienso en mi abuela, que no era técnicamente mi abuela, pero que siempre ha sido y será mi abuela Josefa. Cuando tenía 5 años no había nada más aventurero y delicioso que escapar e ir a casa de la abuela Josefa. La comida era siempre la misma y siempre deliciosa, un pure de patatas de primero y un huevo frito de segundo. En aquella casa en el risco de Lezaun camino de la balsa.

Pero esos son pasos ya dados, ¿Dónde están los pasos de la luz de la mañana? Los que serán… y vuelvo al yo, a lo que soy o lo que me viste de yo. No se…

He leído por ahí que la vida son dos montañas, la primera es cuando eres joven y vas raudo y veloz a algún pico espectacular… unos llegan y les parece estupendo, otros llegan y quieren más, ahí es cuando descubren la segunda montaña. Ahí le dan sentido a la vida, se dedican a los demás y bla bla bla, buscan con buenas acciones un apartamento con vistas al mar en primera línea del cielo. Suena a” te haces rico y montas una ONG”. Otros mientras suben la primera montaña se dan una torta espectacular y caen al fondo del valle, algunos se pasan el resto de la vida recordando la torta que se dieron, a estos el libro no dedica mucho tiempo, y luego están los que descubren la segunda montaña tras esta torta épica (aunque detrás de los que llegaron a ella raudos y veloces). Parece que la segunda montaña se ve mejor desde el fondo del valle, probablemente todo es un problema de perspectiva.

Yo en la mili ya me di cuenta de que subir montañas es un ejercicio para el ejército y los ricos. Subir para bajar es un gasto innecesario de tiempo y energía, sobre todo cuando hay postales desde la cima. Es mejor el paso lento, seguro y decidido hacia lo que está mas allá, al futuro, a lo que no es. Aristóteles decía que no hay movimiento o tiempo si no hay cambio. El paso de la potencia al acto decide la existencia del tiempo y el tiempo es el que da la vida … o la quita.

Siempre he creído que Aristóteles era currante o agricultor, alguien pegado a la vida del común. Definio el tiempo y la vida en términos relevantes. En esta modernidad sobrealimentada nos inventamos afanes de subir y bajar que nos dejan en el mismo sitio… no hay cambio.

Es el cambio el que da la vida, ese camino al desorden infinito que es la muerte, y mientras nos desordenamos mejor hacerlo con brío y decididos, nada de ir para venir. Salimos al camino, hacia adelante, a ninguna parte.

¡Y eso es todo!    

Cartas desde América (un huracán)

La costa sureste de Florida, con el corredor que va desde Miami a Boca Ratón es un lugar que aunque azotado en verano por el sol y la humedad se vuelve amable el resto del año. Eso no obsta para que en enero cuando hace 10 grados centígrados las señoronas saquen las pieles en un soleado y amable paseo invernal. En los años 60 y 70 Florida se convirtió en el destino preferido para vivir de los jubilados. Eso ha dejado profundas huellas tanto en la arquitectura como en las costumbres. Con las nuevas apps (Vrbo, Airbnb etc.) uno puede alquilar casas con piscina por un precio razonable. Es curioso ver lo que aquí llaman el diseño “mid century modern” que todavía pervive en muchas de estas casas. Son casas rectas con dos habitaciones y la “florida room” que está entre la cocina y el garaje mirando al jardín con piscina en la parte posterior de la casa. Lo cierto es que ese pequeño habitáculo de intimidad y piscina con parrilla para asar unas chuletas es todo lo que se necesita para acompañar al sol y disfrutar de unas vacaciones fantásticas en familia.

Otro aspecto curioso es el hecho de que muchos habitantes son originarios del nordeste, con sus manierismos y sus “bagels”. Esos comportamientos también se han trasladado a esta parte de Norteamérica y para bien o para mal uno se siente en casa cuando está en Boca (hay muchísimos neoyorquinos por aquí). Es por eso también que uno ve con frecuencia coches con matrícula de Florida en Nueva york, Connecticut o Boston. El estado de Florida es uno de los pocos que no tiene impuestos estatales, así que coches y demás son mas baratos. En este país hay tres tipos de impuestos sobre nuestro sueldo, los federales (de esos no se libra nadie), los del estado (estados como Florida o Tejas no tienen este impuesto) y a veces los de la ciudad (Nueva york lo tiene, es todavía mas caro vivir aquí). En la situacion económica actual de los Estados Unidos estados como Tejas o Florida se han convertido en lugares dinámicos y llenos de oportunidades. El valor de las casas ha subido porque ahora con Airbnb o Vrbo se puede sacar rentabilidad de una manera fácil y a distancia a la segunda residencia.

Al mismo tiempo en media hora de coche tierra adentro se llega a los “everglades”. Esto es una vasta área de marismas y manglares en el sur de Florida, parte del cual es un parque nacional. Es una tierra inhóspita y pantanosa anegada de caimanes y más recientemente de serpientes pitón birmanas (un problema nuevo y enorme producto de la inconsciencia de algunos coleccionistas de animales exóticos). Merece la pena una excursión de 30 minutos en uno de esos barcos que llevan las hélices detrás como un ventilador y navegan sobre los juncos como de puntillas… los juncos son sordos. El ventilador te lleva a los lugares donde los caimanes vegetan de día, con suerte el capitán de la embarcación molesta o despierta a uno y ves como merodea alrededor del barco. Es entonces cuando piensas… ¿quién me manda a mi molestar a este caimán?… pero todo sea por Facebook que este viaje me ha costado un quintal!

La comida es como todo aquí, variado, obviamente en Miami la comida cubana es algo que hay que probar, pero por ejemplo en Boca hay un restaurante vietnamita muy bueno (el Phở de ternera es delicioso). En Fort Lauderdale es divertido pasear por “las olas boulevard”, el Carlos III de Pamplona en los 70, con sus tiendas elegantes (nada comparado con West Palm Beach, eso son palabras mayores) y restaurantes decentes sin llegar al entusiasmo culinario que uno pide a semejantes precios. De las olas uno baja hacia el mar y allí es donde se ven esas mansiones que tienen el barco aparcado en el canal y Rolls en la puerta, no es broma. ¡Hoy compro lotería!

Miami es otro mundo que contare algún día. Por cierto, mientras estábamos por allí el huracán Dorian decidio remover los árboles del caribe, algo doloroso para las Bahamas. Un día voy a poner gasolina al coche y veo que hay cola, que raro. Mas tarde vamos al supermercado y … el agua embotellada se ha agotado. ¿Pánico o prudencia de los locales? En cualquier caso, adelantamos el avión, pero solo encontramos billetes desde Orlando… bueno pues nos vamos a Orlando (Que bonito es Disney…) y para casa.

¡Y hasta aquí!