El otro día teníamos la televisión abierta, sin sonido, y aparecieron imágenes de la guerra en Ucrania. Le expliqué a mi hijo que había una guerra, que los malos atacaron y la gente estaba sufriendo. Me contestó: “¿Como Goya?” “Sí, como Goya”
Porque la vida se repite tanto en el mudo exterior como en cada uno de nosotros, y a la vez todo es nuevo, lo bueno y lo malo. Preguntaron a un chico que era el cielo para él, y contesto que era “una colina con un árbol tupido de hojas y ramas fuertes extendidas. Hierba, sol, una brisa leve y constante sin frío ni calor que no cansa ni acaba nunca”. El cielo parece una cosa sin tiempo, el cielo no cansa.
Quizás necesitamos abandonarnos, salir de nosotros y así salir del tiempo. Abandonar este segundo a segundo, olvidarnos de que estamos y solo ser. El ser, que se presenta como un imperativo, lo hace en el instante, más allá del tiempo. Lyotard mistifica el tiempo cuando lo menudea en instantes, y a pesar de las quejas de Byung-Chul, quizá tenga razón. “El tiempo se me pasa volando” solemos decir, cuando nos salimos de él, cuando no nos vale para nada.
Para Kant, tiempo y espacio son las condiciones “sine qua non” del conocimiento. Y espacio y tiempo es justo lo que debemos prescindir para conocer. ¿Para qué queremos despojarnos del tiempo? ¿Para ser inmortales? No, ser inmortal es tener un tiempo infinito. Ser inmortal es seguir mirando el reloj cuando vuelve a dar las doce. La inmortalidad no nos zafa del tiempo sino que lo hace insufriblemente largo.
La sabiduría popular siempre ha conocido que dejaremos de ser, que el tiempo alcanza todas las manos y las arruga con caricias diarias. Besamos las manos de las damas porque cuentan la historia que la mirada desdibuja en el horizonte. Nos aferramos al tiempo con besos.
No hay más alma que estar solo, esa es nuestra condición, y esa no tiene tiempo, está más allá de él. Lo demás es ruido, música de fondo…nada.
Esta mezcla de alma y uremia, esta sombra de ceniza apacentada por el tiempo con su monótono pasar de nubes y soles, mejillas ritidectomizadas y afanes sin fin tiene que salir del tiempo menudo e infinitesimal para conocer, para entender. Para llegar a saber hay que ir más allá (Juan15: 5-7). Los Sutras, las escrituras canónicas del budismo, dicen “el pasado es imperceptible, el presente es imperceptible, el futuro es imperceptible “. Como el cielo, la sabiduría es una dimensión sin tiempo. Tenemos que tirar el tiempo para llegar a saber.
“Buscad leyendo y hallaréis meditando“ decía San Juan de la Cruz. A Dios, a lo infinito no se llega por la razón. “Marta, Marta, cuidadosa estás, y con las muchas cosas estás turbada; pero solo una cosa es necesaria” (Lucas 10:41-42).
La sabiduría es algo que va más allá del tiempo. La sabiduría es algo sin partes, sin laderas, si divisiones, uno.
Dejemos atrás el tiempo…
References
Breathing under water by Richard Rohr 2011
The Scent of time by Byung -Chul Han 2009
The inhuman by Francois Lyotard 1988
La biblia
The joy of living by Yongey Mingyur Rinpoche 2007
San Juan de la Cruz, hace tanto tiempo que hasta la Iglesia lo ha olvidado