Por el camino

Siempre se dice que cada libro es una autobiografía, cada cuadro un auto retrato y cada canción nuestra nana antes de dormir. En verdad cada historia es una realidad soñada.

La historia tiene éxito cuando muchos consumidores la compran, piensan los publicistas, jefes de marketing y otras piezas necesarias del engranaje que produce el éxito.

Lo cierto es que la historia tiene éxito cuando tiene una veta de verdad. Porque esa verdad habla a muchos, habla a todos. Todos buscamos lo mismo, todos con diferente andamiaje.

La historia nos arranca de nuestra circunstancia, del falso yo construido de frenesí, ruido y accidentes. Y nos habla en terciopelo, en lo más hondo, en silencio. La verdad viene sin palabras, sin ruido, sin ideas. Nadie entiende la historia, nadie la explica, todo el mundo la desdibuja en miradas, verbos y susurros.

 La historia se palpita, se sistolea. Solo hay una historia, solo el corazón la vive. Y todos tenemos uno, más o menos anestesiado, a veces latiendo arrítmico y de a ratos.

Todos tenemos una historia, la historia.