Me gusta Carlos Boyero. Tiene esa verdad del que ha estado en colegios de curas de antaño. Sabe lo que es que te puteen y lo que cuesta tener opinión propia. Y tiene todos sus libros en la cabeza.
No hay mejor formación que libros y curas cabrones. Es la combinación perfecta. Siempre se ha agradecido a la iglesia su labor educativa, pero siempre se fijan en los detalles idiotas. La iglesia ha servido como anticipo de lo que viene, de lo supremamente jodido que es estar vivo sin que te hayan pedido permiso. Luego uno aprende lo estupendo que es sobrevivir, pero eso pasa después.
Para Boyero la equidad, la diversidad cultural, el feminismo moderno, el calentamiento global y las películas iraníes son como flores de plástico en departamentos de recursos humanos, peditos de infanta fumigados de Petit Cherie.
Ahora que ágrafos culturales hacen crítica de cine se habla de tendencias, diversidad, cuentas pendientes, agitación de conciencias etnocéntricas del norte occidental… chorradas. El cine no es tan importante, el cine es emoción y si no es emoción no es verdad. Ahora da igual porque no cuentan historias, no dicen verdades. Las películas son sucesiones de imágenes que no vienen ni van a ninguna parte. Boyero es ese cirujano de los de antes que dice: “Señora, yo le arreglo la nariz, pero usted es fea… con o sin mi ayuda”.
En este tiempo los cineastas nos cuentan su historia. El yo lo es todo, el argumento es solo una excusa para el yo. Hoy el yo es un ser hipertofiado y por eso es un yo vacío. Porque el yo se define en la frontera del otro. El yo de hoy está solo, está vacío, es una autoreferencia de sí mismo… un pedaleo en bici con E.T. de vuelta a casa. Es por eso que la soledad abunda, no se reconoce la otredad, lo extraño, lo ajeno, lo incontrolable, lo inseguro. ¡En las universidades ahora definen espacios como “lugares seguros”, que aberración! La universidad es la búsqueda de lo que no está aquí, el desenredo de lo ignorado, una apuesta al futuro. Esa búsqueda solo se produce tras descubrir lo que otros hicieron y mirando lo que otros están haciendo. La antítesis de la búsqueda es la seguridad.
Todo es suave hoy en día, todo está previsto, no hay lugar para la sorpresa, para el otro, para el “no-yo”.
Como tenemos miedo a lo desconocido pedimos transparencia. La transparencia es lo contrario de la confianza, es incompatible con la búsqueda. Necesito transparencia de mi gobierno, de mi universidad, del que me vende el coche de segunda mano, de mi médico, de mi supermercado. Yo confío en mis amigos, no me interesa lo que no veo de ellos, no quiero saberlo todo, hay misterio en la otredad. En este hoy de la transparencia yo confío en Boyero. No necesito su transparencia, quiero saber si se le hizo un nudo en la garganta, eso es todo.
Quiero la penumbra de tu yo, el hambre de lo que quizá pueda ser… o no.
Referencias
Muchas… buscarlas es lo más divertido.