La revuelta de Arbel

Estoy en un impasse, a medias entre un cambio de rumbo profesional y una crisis de juventud que se ha ido sin avisar. Es un momento que nunca pensé llegaría. Ya no hay más que estudiar y tengo que empezar a tomar decisiones de adulto. Estudiar es fácil… o difícil, pero es un sistema con unos pocos parámetros perfectamente claros. La vida no tiene nada más que futuro, sin pisadas que seguir, sin rumbos, sin destino. Sartre decía que la libertad solo existe en la opción, solo es libre el que elige. Elegir es discriminar, decir no a muchas cosas para decir sí a una sola. Elegir da miedo…

Mientras tanto estoy de médico de pueblo, haciendo sustituciones en el valle de Yerri e incluso en Salinas de Oro que se sitúa en el valle de Guesálaz. Salinas de Oro siempre me había llamado la atención dese pequeño, su lejanía del valle abierto de Yerri, su localización en los montes entre Pamplona y Estella. Luego descubrí en el libro V del Codex Calixtinus que su río llamado Salado tenía ya mala fama en el siglo XII con los peregrinos a Santiago “¡cuidado con beber en él, ni tú ni tu caballo, pues es un río mortífero! Camino de Santiago, sentados a su orilla, encontramos a dos navarros afilando los cuchillos con los que solían desollar las caballerías de los peregrinos que bebían de aquel agua y morían. Les preguntamos y nos respondieron mintiendo, que aquel agua era potable, por lo que dimos a beber a nuestros caballos, de los que al punto murieron dos, que los navarros desollaron allí mismo.”

Este fin de semana estoy de guardia y me toca, el partido medico de Abárzuza, Guesálaz y Lezáun. El sábado tengo que estar en la consulta de manera “presencial” por si alguien se le ocurre que necesita una receta “de la pastilla de dormir, que si no … no puedo pegar ojo” o alguna urgencia vital similar. Desde que la medicina comunista empezó, lo hizo con Franco y la democracia no ha hecho sino agrandar la cuna medicalizada desde el nacimiento hasta el sepelio que llamamos vida, la dependencia de esos milagros con forma de pastillas no ha dejado de aumentar. De todos modos, estoy descubriendo que ser médico de pueblo es muy interesante. En mi caso, con frecuencia conozco la familia, de donde vienen, y quizá a donde van…igual que ellos me conocen a mí, de donde vengo … a donde voy no lo sé ni yo a estas alturas, si me lo quieren decir se lo agradecería.

Son las diez y media cuando suena el teléfono. Es la policía Foral. Me dicen que vaya a la revuelta de Arbel, por la sierra de Andía antes del túnel de Lizarraga. Tengo que reconocer un cadáver. Rápidamente intento repasar mis tenues conocimientos de medicina legal, los signos de rigor mortis y sus tiempos, la exploración del cadáver y búsqueda de información para inferir si la muerte ha sido natural o no. Mientras voy al coche, y con cierto nerviosismo pienso menudo lío. Empiezo el camino, tras dejar Abárzuza subo por el puerto dejando Iruñuela a la derecha, Ibiricu a la izquierda. Llego a los alrededores de Lezáun, paso por las parcelas (donde crecen unas patatas estupendas, nada mejor que la patata nueva de Lezáun) y me dentro en los hayedos de la Sierra de Andía, la Venta de Zumbelz, la casa del pastor donde tengo fotos de cuando era muy pequeño y nos daban requesón recién hecho queda a mi derecha. Dejo atrás la curva que abre el camino hacia la fuente de Ilusiar y los restos de la calzada romana que llevan a la ermita de San Adrián (camino donde mi abuelo empezó a hacer estraperlo con un burro y un par de sacos de trigo caminando toda la noche). Llego a la curva de Arbel y saludo a los dos policías forales que están esperándome. Me dicen que suba al todo terreno y empezamos el trayecto por el camino de Ingiri hasta el lugar de los hechos. Es una cabaña de pastor, donde los pastores suelen vivir en verano cuando tiene las ovejas en la sierra. Un perro al lado de la puerta me mira concierta desconfianza pero no se atreve a ladrarme. Es una vivienda humilde de piedra con un ventanuco, el suelo es de cemento, es una buena cabaña. Es un pastor de unos entre 60 y 70 anos, el cadáver está tumbado boca arriba en el suelo cerca de un fuego ya apagado. Tiene algunas quemaduras en la mano y la frente pues parece que se desplomo y cayo al  borde del fuego. El cadáver se ve limpio y perfectamente afeitado, a estas alturas tiene rigidez muscular. Parece que falleció probablemente ayer por la tarde noche, más de 8 horas puesto que está bastante rígido ya. En esto llega el sobrino del difunto. Me cuenta que su tío era pastor aquí en Andia, pero que últimamente vivía con él y su familia en Beasain. Me cuenta que tenía un cáncer de pulmón con metástasis cerebrales pero que no le habían contado nada de eso más allá de que se “tenía que cuidar del pulmón”.  Estaba tomando corticoides, veo una caja de prednisona sobre la mesa, para disminuir el tamaño de esas metástasis y su perímetro inflamatorio. El había venido a su cabaña porque quería ver a sus amigos, por eso lo había afeitado el día anterior, para estar presentable. Al salir veo dos hombres cariacontecidos y callados con sendas boinas Elosegui caladas hasta las orejas. Tras hacer un pequeño informe para la policía, me devuelven a mi coche y empiezo a volver a casa.

No pude evitar pensar si el pastor ya supo que iba camino del otro lado y simplemente quería que el viaje lo encontrara en su lugar, con su perro y sus amigos. No en un hospital, en un decorado ajeno, como si morir fuera una obra en la que somos el personaje secundario. Y mientras de vuelta ya veo el valle de Yerri con Montejurra al fondo, una sonrisa se esboza en mi cara… cual será mi sitio en esta vida.

Octubre 2002, Sierra de Andía, Navarra.